Por los archivos del basto mundo del internet, nos encontramos con un interesante artículo publicado por el señor J. Rodolfo Villanueva Galindo en su blog personal, en donde nos cuenta un poco de la historia de nuestro bello estado, aunque a manera de “curiosidad”.
Por ello decidimos tomar algunas de estas curiosidades y mostrárselas a ustedes, amigos, seguro identificarán los lugares que aquí se mencionan.
Utilizó la misma caja del muerto.
Al Ex-Gobernador del Estado de Durango, Don Juan Manuel Flores le rodean algunas de las más interesantes leyendas de Durango, entre ellas, tuvo lugar la que lleva por título “El invitado especial”.
Este hombre, que gobernó el estado de Durango por más de 20 años, tuvo por infortunio una muerte a causa de envenenamiento en el año 1897.
Para esas fechas, el Ex-Gobernador se trasladó al municipio de Santiago Papasquiaro para inaugurar el reloj público que de hecho fue donado por nada menos que Don Porfirio Díaz. Desafortunadamente, no regresó de su viaje, y falleció el 30 de enero de ese año.
Al darse cuenta de su muerte la comitiva que lo acompañaba, supo que era indispensable que se trasladara el cuerpo a la capital del estado para su funeral.
Como en aquel lugar no había una caja mortuoria digna del cuerpo del señor Gobernador, se le hizo una caja especial de madera para su traslado.
Al llegar a la ciudad de Durango, ya lo esperaba un magnífico féretro acojinado en terciopelo, a donde se cambió el cuerpo para ser llevado al Congreso, donde le fue instalada la capilla ardiente y se le rindieron honores.
Su asistente, el Capitán Ferreira, sentía un gran afecto por su Jefe, y le pidió a la familia de Don Manuel Flores que le obsequiaran la caja donde había sido trasladado a la capital.
La familia le concedió su deseo y el Capitán se la llevó a su casa, guardándola con gran cuidado y respeto, debajo de la cama donde dormía.
Lo “curioso” de esta historia, es que tras la muerte del Capitán Ferreira, unos años más tarde, la familia cumplió la última voluntad del capitán de ser sepultado en esa misma caja.
Qué miedo ¿no? A eso se le llama devoción y aprecio.