Transcurría la primera mitad del siglo XVIII por los años de 1738, cuando la noble y callada ciudad colonial de Durango. En el interior del sacro recinto de la Santa Iglesia Catedral, se había presentado un hecho insólito
En la mitad del siglo XVIII en la ciudad de Durango aproximadamente en el año de 1738, ocurrió un suceso increíble, pues en el interior de la Catedral Duranguense hay un confesionario que se dice que el mismísimo diablo movió.
Juan Pérez de Toledo, según dicen los cronistas de la ciudad, era un hombre enviciado en el alcohol, en el vino y con las mujeres, ya que con su fortuna se podía dar aquellos placeres. Pero por tal derroche se quedo en la pobreza.
Así que se convirtió en un ladrón y muchas veces para lograr su objetivo asesinaba. Y por sus fechorías se vio perseguido por la autoridad de esa época.
Ya entrada su desesperación en el vicio y el conseguir dinero y además de deshacerse de la policía que lo acosaba, decidió resolver sus problemas pidiéndole ayuda al Diablo.
Eran las doce de la noche en un paraje al oriente de la ciudad cuando aquel hombre invoco aquel espíritu demoniaco, al aparecer aquella figura le concedió a Juan Pérez el poder de conseguir mujeres, vino y dinero con tan solo pensarlo. Y así vivió hasta su vejez.
Cuando ya en su vejez se puso a reflexionar la vida que llevo y a quien traiciono. Decidió romper el pacto con el señor de las tinieblas. Así que fue a ver a un párroco para que lo confesara, cuando se incoó a confesarse el pesado confesionario con todo y el clérigo que estaba sentado en el mueble, fue levantado bruscamente colocando la puerta al lado de la pared y dejando a quien pretendía confesarse en la parte de atrás, el cual cayó muerto de manera fulminante con el asombro de que el confesor que aprisionado dentro del confesionario empezó a gritar pidiendo a Dios perdón y misericordia. Poco tiempo después, el sacristán y demás autoridades del templo rescataron al sacerdote y levantaron al muerto, el cual daba aspecto de haber sido quemado como fulminado por un rayo y despedía desagradable olor a azufre.
1 comentario
Siempre me da miedo cuando me voy a confesar en ese confesionario