Están por cumplirse 24 años de la visita del papa Juan Pablo II a Durango, dejando una profunda e indeleble huella en los corazones de la población católica, tal como lo hizo en su travesía por todos los rincones del mundo, a lo largo de sus más de 26 años de pontificado (1978-2005).
Ni el mal de Parkinson y las consecuencias que le dejó el atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, hiriéndolo de gravedad, impidieron al Peregrino su trayecto por los cinco continentes.
De las cinco ocasiones en que pisó tierra mexicana, el 9 de mayo de 1990, Durango estuvo en el interés de todo el mundo por la presencia del Vicario de Cristo, quien tuvo cuatro reuniones trascendentes: en el Cereso con los reos, en el Teatro Ricardo Castro con los empresarios, en Catedral con los religiosos y en una explanada (Soriana Jardines) donde ordenó 100 sacerdotes.
De los dos últimos actos mencionados el padre Mariano Alberto Villalobos Salas, entonces párroco de Catedral, estuvo encargado de la preparación de los escenarios y parte de la recepción con el Cabildo Metropolitano; hoy vuelven a sus recuerdos la gran emoción que sintió cuando el Papa convivió con los religiosos y sacerdotes.
Como en todos los actos, el Papa hizo un lado los protocolos e itinerarios para convivir más entre los duranguenses. Estoy seguro que también él se emocionó por la cálida recepción y muestras de cariño, de 15 minutos que estaría en Catedral se prolongó a 45 minutos, afirma.
Su mensaje a los religiosos fue de mantenerse fieles a la fe, recuerda el padre Mariano Alberto, quien en ese acto el coro del Seminario, a cargo del cura Jesús Rendón Ayala, tuvo una destacada participación, recibieron el saludo del Pontífice.
En la ordenación de los 100 sacerdotes, 14 de la Diócesis de Durango, también el Papa se salió del itinerario para saludar a miles de personas que a viva voz le pedían su presencia, su acercamiento; muchos tuvieron la fortuna de saludarlo y recibir la bendición, mientras otros se conformaron con contemplarlo a corta distancia.
Cabe destacar que en esta concelebración eucarística el Papa llamó a Durango tierra sacerdotal y exhortó a los religiosos a trabajar en un tiempo de cambio y mayores retos. Karol Józef Wojtyla impuso su propio estilo de evangelizar, como lo reconocieron los millones de católicos que lo vieron y escucharon, y aun quienes no profesaban el catolicismo.
Hoy los durangueses recuerdan que Juan Pablo II, en cada una de sus cinco visitas al país (1979, 1990, 1993, 1999 y 2002), encontró un ?México siempre fiel. Ésas eran sus palabras de reconocimiento a un pueblo que quedó marcado con sólo verlo en su peregrinar o escucharlo en las urbes donde se presentó.
El Papa mostró su alegría al escuchar al pueblo de México entonar para él la canción “Amigo”, del cantautor brasileño Roberto Carlos, que a partir de ese momento se convirtió en un himno para Juan Pablo II: “Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo que en todo camino y jornada está siempre conmigo…”.
Durango hoy y siempre recordará a una de las más grandes figura del siglo XX, el papa Juan Pablo II, quien influyó de manera determinante en muchos de los acontecimientos que definieron el rumbo del mundo en las pasadas dos décadas. México no fue la excepción.