Sobre la Calle Segunda de la Estampa de Guadalupe que después se llamó Segunda del Camposanto y años después Calle del Coliseo, para denominarse en el siglo XX Calle Bruno Martínez, a finales del siglo XVIII, por el año de 1787 edificio de Don José Joaquín Alcalde, rico español de rancio abolengo.
Una casa con huerta de parras y una gran tienda donde se vendían sedas, porcelanas, y collares de perlas traídas de Filipinas y también fijó su residencia, finca que fue una de las más importantes de la entonces capital de la provincia de Nueva Vizcaya.
La casa de don Joaquín que cuando se construyo fue de las mejores, cien años después se convirtió en la Casa del Gobernador, cuando la adquirió don Juan Hernández y Marín Gobernador del ya Estado Libre y Soberano de Durango, por los cien años de 1860 y entonces el pueblo le decía “La Casa Principal”, Contaban los ancianos de otros tiempos que por esa razón, el General L. Heriller, comandante en jefe de las fuerzas francesas expedicionarias, se hospedó en esa casa, cuando los franceses llegaron a Durango, entonces la calle se llamaba Calle del Coliseo.
Después de casi un siglo y medio, el año de 1898 y con más de tres restauraciones encima, se convirtió en la Casa de Gobierno del Estado de Durango, donde residirán los Gobernadores de la entidad, por lo que el pueblo la llamara en lo sucesivo la Casa de los Gobernadores.
Son muchas las personas que la han habitado, algunas ilustres, como el Padre Laureano, otras no, y por muchos años sirvió de asiento a la Venerable Academia Mercantil Pedro Chávez que formó a muchos contadores y secretarias del Durango de mediados de siglo XX.
Son también muchas las modificaciones que en su centenaria existencia ha sufrido la vieja construcción que mandó edificar don José Joaquín Alcalde, tantas que tal vez del diseño original de la vieja casona, solamente quedan unas cuantas piedras hay el viejo sótano que por más de dos siglos, conservo la presente historia:
Don José Joaquín Alcalde, adinerado español quien mando construir la casa, era un hombre rico, dueño de la hacienda de San José del Saucillo y sus anexos, así como de la hacienda de Santa Bárbara y Nuestra señora de Guadalupe en Cuencamé, además de dos haciendas de beneficios de metales en el real de San Miguel de Mezquital. En su casa de la ciudad de Durango, tenía un gran tendajo, con bodegas llenas de mercancías traídas a lomo de mula desde Acapulco, cuando la Nao de la China estaba en su apogeo. En su tienda se vendía desde Azogue y Tabaco artículos del monopolio de la Corona, hasta sedas traídas de la China, marfiles, piedras preciosas y perlas de Ceilán.
La riqueza de don Joaquín era enorme y grande su poder político en los ámbitos del gobierno, que lo convirtieron en uno de los hombres más importantes y notables de la época.
Su vida también era nómada y agitada porque la marcha de sus negocios lo mismo exigía su presencia en la hacienda del saucillo, que en la de Santa Bárbara, en la Hacienda de Nuestra Señora, en la ciudad de Durango o en el real de San Miguel, Sin embargo, además de sus negocios en todas partes tenia querencias, sus esposas aunque no legalizadas, eran múltiples y a todas las amaba por riguroso turno.
La más bonita, joven y agradable era la que tenía en su casa de la ciudad de Durango, que por su belleza y juventud lo tenía deslumbrado y la mayor parte de su tiempo se lo dedicaba a ella, la que decía también amarlo entrañablemente.
Su mujer, una vieja española sevillana ya entrada en años, lo sabía todo y resignada aceptaba los múltiples amoríos del viejo rabo verde, porque eran los tiempos en que la mujer solamente se concretaba a ver y callar.
Sin embargo, la presencia de la señora SAENS Y ONTIVEROS, que con su cuantiosa fortuna, cuando se casó mucho tuvo que ver en el enriquecimiento de don Joaquín, imponía respeto y mucho limitaba los excesos en amoríos del viejo acaudalado, por lo que hubo necesidad de enviarla fuera de la ciudad por largo tiempo.
Dueño de la situación, don José Joaquín se pasaba muchos días en su casa de Durango, no tanto por atender los haberes de la tienda, donde al decir del vulgo, todos lo robaban, si no por estar cerca de su amante joven, a la que adoraba más que a su vida.
Era tan hermosa, que su presencia hacia surgir el amor a primera vista, razón está que despertó los celos inauditos del viejo minero, que cuando salía de viaje siempre la dejaba encerrada bajo llave para que nadie la contemplara.
En una ocasión que salió don José Joaquín Alcalde, un viaje urgente para San Miguel del Mezquital, a la muchacha la dejo encerrada en el sótano, mientras el regresaba.
Cuando don Joaquín salió, pocas horas después llego su hijo mayor José Miguel Alcalde, quien al saber por la ama de llaves que su padre tenía a la mujer que había sido su amante encerrada en el sótano, mando que la puesta de la entrada de aquel anexo fuera sellada con piedra y mezcla quedándose la muchacha prisionera para siempre.
El resto de la historia no se conoce, pero desde entonces, por los corredores, capilla, habitaciones y huerta de la casa, deambula la silueta blanca de una mujer joven, que como salida de los muros, penetra a ellos sin hacer ruido, traspone las puertas sin abrirlas y a distintas horas del día y de la noche se mira en todas partes.
Unos la ven y otros no, pero desde tiempo inmemorial se habla de la presencia de esa aparecida.
La llegaron a mirar los veladores y trabajadores de la maderería que estuvo en el lugar con puertas por la calle de Zaragoza, estudiantes y trabajadores el a Academia Mercantil Pedro Chavezy ahora la verán sin duda, los custodios de “La Casa de Gobierno”
Doscientos años después, cuando la vieja construcción fue casi demolida por la actual restauración y se tuvo que revisar la cimentación de la finca de todo a todo, fue descubierto el sótano, majestuosa construcción con arcos de cantera y altos muros donde al decir de los trabajadores que intervinieron, se encontró una osamenta humana junto con un equipo de aguamanil, al parecer de plata, pero cubierto de óxido verde y negruzco. También se encontró un tazón, dos platos, una jarra, un posillo y un vaso, al parecer del mismo material.
Las autoridades a quien correspondió hacerlo, nunca reportaron el hallazgo y siempre han negado la existencia del sótano. Sin embargo hubo muchos Duranguenses que lo miramos y por ello damos fe de su existencia.
La página que seguía de la historia de don José Joaquín Alcalde fundador de la Casa de Los Gobernadores de Durango, se quedó en blanco, esperando a que usted escriba lo que sigue.