Allá a mediados del siglo 17, por algún tiempo fue objeto de numerosos comentarios y de grandes temores entre la gente supersticiosa, un fantasma que se hacia visible en varias partes de la ciudad; pero muy especialmente en las ultimas cuadras del oriente de la calle hoy llamada de negrete.
Era el fantasma de una mujer, vestida de riguroso luto que salía siempre de un gran solar llamado de las animas y que estaba ubicado en lo que es hoy la penitenciaria del estado.
El fantasma recorría, a eso de las 12 de la noche la calle de negrete hasta llegar a la del coliseo (hoy Bruno Martines), dirigiéndose por esta hasta el panteón que estaba situado a espaldas del templo de Santa Ana, donde se proyecto construir la casa del obrero católico, es decir, entre las calles de Gabino Barrera (antes Rebote) y Gómez Palacio. Este panteón se llamaba “patio de los ricos”.
El hecho de que toda su caminata, desde el solar de las animas hasta el panteón de los ricos, así como su regreso, los hacia aquel espectro dando lastimero gemidos que hacia poner los pelos de punta a quien los escuchaba, origino que se le diera el nombre de “LA LLORONA” , contándose que mas de algún curioso que se atrevió a asomarse a su ventana se había desmayado al ver el rostro libido, enjuto aterrador de la triste enlutada.
Cada año por el mes de Mayo, la llorona hacia su correrías durante varias noches y fue tanto el espanto que sembró en la pacifica ciudad de Durango, que llegaron a bordarse mil historietas entorno de aquella “anima en pena”; se decía después que llego a escucharse su llanto al mismo tiempo en todas las calles de la ciudad y que en algunas partes se le había visto pasar aullando, en figura de perro.
Los sacerdotes y las personas más conspicuas de aquel entonces, opinaron que aquel fantasma era el alma de una mujer que una noche, a las doce, y sin que pudieran adivinarse las causas, dio muerte a sus tres pequeños hijos. Aquella mujer había consumado su crimen en el solar de las Animas en donde, casi a flor de tierra, sepultó a sus víctimas, concluido lo cual sobrevino un furioso remolino que arrastró a dicha mujer sin que volviera a saberse nada de ella. Los hortelanos descubrieron al día siguiente los pequeños cadáveres y dieron cuenta al dueño del solar, quien a su vez dio cuenta a las autoridades.
Las pesquisas para descubrir al autor de aquel crimen, fueron inútiles y hasta después de algunos años logró averiguarse que la autora de la muerte de aquellos niños había sido su propia madre. Se dio sepultura a los cadáveres en el panteón de los y desde entonces, cada año, se vino “apareciendo” la “Llorona” en la forma que ya lo hemos explicado, dando origen a que la calle donde aparecía tomara el nombre de “CALLE DE LA LLORONA”, con el cual figura en un plano de la ciudad levantada en el año de 1811.
Consumada la independencia, y en virtud de que la primera de las calles de la Llorona fue teatro de un sangriento combate librado el 30 de septiembre de 1821 entre las fuerzas del general insurgente D. Pedro Celestino Negrete y las tropas realistas, se puso en la calle de que se trata,