Corría el año de gracia de 1974, el año aquel en que sucedieron muchas cosas, cuando en el meritito día de la Santa Cruz, Dios guarde la hora, a las tres de la tarde, un tecolote se paro en la iglesia del Señor de la Expiración del Nayar y luego se puso a cantar como si lo hiciera a la luz de la luna en la media noche. La gente se horrorizo por el siniestro presagio y al contemplar el cielo miró que surco el firmamento una parvada de pericos verdes en señal de mal agüero.