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Templo Santa Ana y la sagrada familia

Fachada principal Santa Ana

Templo de Santa Ana y la sagrada familia

El templo de santa Ana es considerado uno de los más antiguos en la ciudad de Durango. Su construcción se inició cuando gobernaba la mitra de este Obispado el Dr. Baltazar Colombo, quien no terminó la obra por haberse trasladado a la Catedral de Guadalajara.
Posteriormente, cuando atendió el Obispado Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, XI Obispo de Durango, en los años de 1749 a 1754, se continuó la construcción a expensas del señor Canónigo Bernardo Joachín de Mata, quien amplió el proyecto para darle mayor suntuosidad a la capilla. Parece que la obra se suspendió nuevamente y se terminó de construir a principios del siglo XIX en el gobierno episcopal del señor Francisco Gabriel Olivares y Benito quien gobernó la diócesis de Durango en los años de 1796 a 1812.

Se dice que la conclusión de la obra en ese tiempo, se debió al legado de una devota matrona a quien sus padres dejaron un valioso caudal que destinó íntegramente a la fundación del convento de las capuchinas.
Sin embargo, por lo que concierna al mencionado convento de las capuchinas anexo a este templo de que tanto habla la tradición oral y diversas obras de estudios de la historia de Durango, no existen testimonios materiales ni documentos que proporcionen información al respecto.


La construcción del templo en su totalidad es majestuosa y original, ya que su pórtico y fachada se localiza a un costado de la nave principal, luciendo dos grandes puertas, las cuales corresponden al lado norte. Está totalmente cerrada con cal y canto, resultando sólo una simulación por razones de estética.


En la parte superior media de su hermosa fachada, lucen, desafiado el paso del tiempo, tres escudos episcopales de los cuales, el izquierdo corresponde a Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, XV Obispo de Durango. El que se encuentra al centro es el sello oficial del Obispo Francisco Gabriel Olivares y Benito, XXI dignatario de la Mitra, así como su escudo Episcopal que se encuentra al lado derecho.


La construcción en general, es monumental y hermosa, y al referirse al ella, Francisco de la Maza, autor de “Durango , Notas de Arte “ dice: sus portadas son de un barroco moderado, de forsimas modulaciones en pilastras, copetes y la espléndida torre tiene influencia indudable de las torres de Catedral.


Como todos los edificios antiguos, tiene su historia y las referencias documentales testifican que cuando se inició su construcción en la primera mitad del siglo XVIII, el lugar se encontraba en las afueras de la zona urbana de la ciudad, y tiempo después, formo parte de sus conjunto el panteón de los ricos, que funcionó como cementerio a mediados del siglo XIX.

Altar Santa Ana
cupula Santa Ana

Por su ubicación y altura de sus hermosos campanarios, fue lugar estratégico muy codiciado en los acontecimientos militares de los tres sitios bélicos que sufrió la ciudad de Durango.


Así lo mencionan los informes primero por Pedro Celestino Negrete, fechado el día 30 de agosto de 1821, cuando se consumó la Independencia de México. Después, cuando esteban coronado, General de la Guerra de Reforma, tomó la ciudad el día 7 julio de 1858 y finalmente, cuando las fuerzas revolucionarias tomaron la capital del Estado el 8 de junio 1913.


Como testimonio elocuente de haber proporcionado la torre de su campanario para que sirviera de fortín en esas luchas libertarias, en dos de las columnas de cantera que sirven de sostén en los dos cuerpos de su torre, se aprecia las huellas que dejaron los impactos de dos cañonazos y muchos disparos de fusil, cicatrices que no deben de borrarse porque son testimonios fehacientes de las luchas internas que ha sostenido el pueblo de México y en especial Durango, por preservar su libertad.


El templo de Santa Ana, como todos los vetustos edificios de la ciudad de Durango, son testigos de la historia. Sus canteras han contemplado impasible el paso de los siglos y nos cuentan todos los días cómo fue el Durango de ayer, romántico y lleno de leyendas, pero pujante, laborioso y con fe en el trabajo, para dejarnos un ejemplo y un compromiso a los durangueños de hoy, quienes estamos obligados a servir a nuestra tierra con la lealtad, para mejorarla en todo los órdenes, cada día.

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