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Carlos Herrera Araluce y su legado

por Elena Uribe

PALABRA CIUDADANA por Nacho Aguado.

Fue un señor respetable, sin duda alguna. Don Carlos Herrera Araluce fue decano empresarial y político no solo de Gómez Palacio, ni de la región lagunera, sino de todo el Estado de Durango. Millonario con carácter y una forma peculiar de tratar a las personas.

Ayudó a miles de familias no solo generando empleos y dándoles oportunidad en el ámbito público, sino que entregaba de su bolsa de manera incondicional, y pruebas hay de sobra en todos lados.

A poco tiempo de su muerte sigue siendo recordado y añorado por gente que tuvo cerca, y hasta externos que lo saludaban pocas veces. Frontal y con mirada en alto pero nunca altanero con la gente, a pesar de que su estilo así lo hacía parecer. Gritón y mal hablado, sí, le quedaba porque tenía ese carisma natural que tienen pocos.

Su perfil productivo fue de siempre, porque sus raíces fueron de gente trabajadora y de esfuerzo. Así creció, así vivió y así murió. Fue de la clase de personas que son desde odiado, amado y hasta temido. No es de extrañarse por ese carácter porfiado y sólido. Fue de una sola pieza hasta sus últimos días.

Respetó sus propias palabras y se sostuvo en ellas en la raya de su apellido, y por eso mismo, cada oración que salía de sus palabras, escritas y de aliento, se le creían. Impactaba su contenido y forma.

Todavía recuerdo por allá del año 2004 siendo aspirante a candidato a gobernador por el Estado de Durango, en una entrevista dijo, “Yo no me volteo ni en la cama”, y convincente fue. Podría no tener razón, en las pocas veces, pero respetaba su dicho de manera franca. Otra frase que tengo registrada en sendas entrevistas fue, “Yo no cuento mentiras  ni engaño a nadie, a la única que he engañado, es a mi esposa”. Ese sarcasmo con estilo divertido era parte de su personalidad; su gran carisma, quiero insistir.

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Las grandes personas logran respeto no solo de la gente que ayuda, sino de la gente que inspira. Don Carlos así fue, inspirador. Provocaba miedo y no era casualidad, porque si alguien lo traicionaba, lo reprendía  y sancionaba. También hay testimonios a detalle.

Multimillonario fue don Carlos, porque su fortuna nació de cientos de negocios y de la construcción de lealtades personales. Logró desde siempre relaciones en la oligarquía política y empresarial de todo el país y allende las fronteras mexicanas. Don Carlos no perdió sensibilidad y trato; tampoco sensatez y congruencia, porque increpaba hasta a sus hijos; a todos sus hijos.

Lejos de generar en este espacio una apología, es interesante recordar y analizar ese tipo de personalidades icónicas, fue y sigue siendo una celebridad duranguense. Empresario primero, luego político. Dos veces alcalde de su amado Gómez Palacio e impulsó a muchos perfiles no solo a su hija Juana Leticia.

Hombre que construye gratitud es porque precisamente tiene ese principio en sus acciones. Era parte de su éxito sin duda alguna, y  coincide gente que fue cercana a él por muchos años. Reconocía sus errores y eso le hacía tener mayor valor.

Su legado es inefable, porque era un hombre que sabía ser amigo, socio, jefe, empresario de muchos giros, político, visionario y consejero.

Dejó gran fortuna; una riqueza inconmensurable a sus hijos, pero el reconocimiento a su vida será constante más allá de su riqueza material.

Su legado más valioso y que lo hizo todo lo anterior, fue su CARISMA, HUMILDAD y VERTICALIDAD; pero se lo llevó consigo.

La gente se pregunta, y no pocos, ¿Por qué nadie heredó esa gran riqueza personal que todavía lo mantiene vivo?

Dejó hijos millonarios, pero a nadie dejó lo que lo hizo grande.

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